Los niños con altas capacidades tienen un funcionamiento diferente a la hora de resolver tareas,
en su funcionamiento ejecutivo y en su proceso de aprendizaje. Piensan de manera   diferente,
comprenden   de   manera   diferente   y   sobre   todo,   aprenden   de   manera   diferente,   no   sólo
cualitativamente sino cuantitativamente. No atender a estas diferencias supone un perjuicio a largo
plazo, ya no solo al no permitirles desarrollar sus potencialidades al máximo sino a nivel emocional.
En la actualidad, la ciencia ha dejado atrás la concepción de altas capacidades como una medida
unitaria   del  cociente  intelectual,   y  se  enmarca   en  una  teoría   biopsicosocial,  con  una   base
neurobiológica.   Por   eso,   es   necesario   realizar   un   diagnóstico   clínico   que   atienda   a   estas
características.
En   Mfbpsicología,  	centro homologado 	para   el   diagnóstico   clínico   integrado   de   Altas
Capacidades, buscamos ayudar a estos niños a alcanzar su máximo potencial y fomentar su
bienestar y felicidad. Para ello, realizamos evaluaciones en colaboración con el Consejo Superior de
Expertos en Altas Capacidades, y contamos con un equipo multidisciplinar psicológico y médico
que nos permite llegar a un diagnóstico adecuado. 
A pesar de los diferentes perfiles de niños con altas capacidades, existen algunas características que suelen ser comunes en la mayoría de los casos:
Los niños con altas capacidades, paradójicamente, presentan un alto riesgo de fracaso escolar. A 
pesar de la tendencia a equiparar inteligencia con rendimiento escolar, los resultados académicos no
son una medida de la capacidad intelectual de los niños. En muchos casos, el tener que adaptarse a 
ritmos y formas para los que su cerebro no está preparado provoca graves perjuicios a los niños con 
altas capacidades, y genera falta de motivación, frustración y fracaso escolar.
Por otra parte, en muchas ocasiones el desarrollo de los niños con altas capacidades no va a la 
par en todos los ámbitos, tales como el cognitivo, emocional o social. Esta disincronia, de no ser 
detectada y abordada, también provoca perjuicios relevantes en el bienestar emocional del niño, 
pudiendo llegar a causar trastornos.	Es por ello que resulta fundamental poder realizar un 
diagnóstico lo antes posible.